Bendición Año Académico

Viernes 12 de abril de 2019
Erick Oñate Jorquera, SDB.

Lectura del Segundo Libro
de los Reyes. (2, 1; 9-15)

1 Cuando el Señor iba a arrebatar a Elías al cielo en el torbellino, Elías y Eliseo se marcharon de Guilgal. 9 Mientras pasaban el río, dijo Elías a Eliseo:

–Pídeme lo que quieras antes de que me aparten de tu lado.

Eliseo pidió:

–Déjame en herencia dos tercios de tu espíritu.

10 Elías comentó:

–¡No es poco lo que pides! Si logras verme cuando me aparten de tu lado, lo tendrás; si no me ves, no lo tendrás.

11 Mientras ellos seguían conversando por el camino, los separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en el torbellino. 12 Eliseo lo miraba y gritaba:

–¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su caballería!

Y ya no lo vio más. Entonces agarró su túnica y la rasgó en dos; 13 luego recogió el manto que se le había caído a Elías, se volvió y se detuvo a la orilla del Jordán, 14 y agarrando el manto de Elías, golpeó el agua, diciendo:

–¿Dónde está el Dios de Elías, dónde? Golpeó el agua, el agua se dividió por medio y Eliseo cruzó. 15 Al verlo los hermanos profetas que estaban enfrente, comentaron:

–¡Se ha posado sobre Eliseo el espíritu de Elías!

 

COMENTARIO

El pasaje bíblico que acabamos de proclamar nos narra la sucesión del ministerio profético que Elías deja al profeta Eliseo. Su nombre en hebreo es Elijiahu, que quiere decir mi «mi Dios es el Señor». En la tradición cristiana, encarna la ley oral transmitida por Dios a su pueblo por medio de los profetas. Eliseo es su discípulo, su nombre en hebreo es Elishúa, que en español significa “Dios es mi salvación”.

Eliseo, tras la desaparición de Elías en el torbellino, se erige como continuador de la obra profética de Elías. Tiene la misión de ser voz de Dios ante el pueblo y voz del pueblo ante Dios. Sobre él, descansa el Espíritu que animaba a Elías, en definitiva, el Espíritu de Dios.

Para los primeros cristianos, los neófitos, los iniciados en la fe, eran llamados Pneumatóforos, es decir, portadores del Espíritu. San Atanasio, dirá que “El Hijo de Dios asumió la carne para que nosotros pudiéramos acoger al Espíritu Santo. Dios se ha hecho sarcóforo para que el hombre llegara a ser pneumatóforo“.

¿Qué puede significar para nosotros, la comunidad universitaria, en el contexto de los 20 años de la Pascua del Cardenal Silva el texto bíblico que acabamos de leer?

Evitando caer en alguna herejía y ocupando la alegoría bíblica, podemos señalar que a nosotros nos corresponde acoger el «manto de Elías», es decir, el «manto del Cardenal Silva Henríquez». Su manto, representa su legado, su espiritualidad salesiana, su opción por los más desposeídos y su defensa asérrima por la vida y los derechos humanos. En este contexto, todos quiénes participamos de la comunidad universitaria, estamos llamados a convertirnos, desde el saber y el hacer académico, en auténticos «Silvatóforos»; es decir, portadores del legado del Cardenal Silva en la comunidad universitaria.

¿Qué hace una persona «Silvatófora»?

Entre otras cosas:

  • Un «silvatóforo» se experimenta como parte de un legado, de una herencia que debe cuidar y no derrochar.
  • Un «silvatóforo» aprende a ser discípulo para convertirse en Maestro de humanidad y de corresponsabilidad social, de amistad social, de compromiso social.
  • Un «silvatóforo», junto con buscar a «otros», busca a Dios y busca servirlo en las personas que están a su alredor, haciéndose próximo de los más pequeños y de los pobres.
  • Un «silvatóforo», busca la verdad y la promueve de manera auténtica entre los estudiantes a travéz del díalogo y el respeto a toda persona humana.
  • Un «silvatóforo» educa integralmente —acogiendo el Sistema Preventivo de Don Bosco— y vive la academia como construcción de conocimiento y construcción de una sociedad más justa, fraterna y solidaria.
  • Un «silvatóforo» se inserta en la vida del país con principios éticos claros y se compromete en la defensa y promoción de los derechos humanos.
  • Un «silvatóforo» camina con los estudiantes, pues sabe que con ellos se descubre el saber y rechaza toda forma de cosificacción de ellos y de sus pares.
  • Un «silvatóforo» sabe leer los signos de los tiempos, para buscar junto a otros la voluntad de Dios y, por ende, lo mejor para la mujer y el varón de su tiempo.
  • Un «silvatóforo» desarrolla un genio creativo para responder con audacia y creatividad, innovando y creando mejores estructuras para la sociedad humana.
  • Un «silvatóforo», comprende finalemente, tras una lectura genuina de la vida del Cardenal Silva, que está llamado a un modo de vida distinto y a una grandiosa vocación dentro del Pueblo de Dios.

En algún momento dejará de ser «silvatóforo» para comprenderse como «Cristóforo»: es decir, como «Portador de Cristo», haciendo suyas también las palabras del Cardenal Silva Henríquez: «La caridad de Cristo nos urge».